lunes, 9 de enero de 2012

Aportaciones teóricas en la concepción del entrenamiento deportivo moderno

Aportaciones teóricas en la concepción del entrenamiento deportivo moderno

Autor: René González-Boto. et. al.


INTRODUCCIÓN: 


CONSIDERACIONES BÁSICAS SOBRE EL ENTRENAMIENTO DEPORTIVO. 


El concepto de entrenamiento, al igual que otros términos en el ámbito de las Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, posee multitud de significados y acepciones que incluso llegan a confundirse con otros términos como "metodología del entrenamiento", "teoría del entrenamiento", "rendimiento deportivo", "preparación", etc. Por este motivo, hemos considerado oportuno limitar el amplio abanico terminológico a una serie de definiciones que aparecen reflejadas en muchos textos que tratan sobre la teoría del entrenamiento en su conjunto, así como en otras fuentes no tan específicas.






Comenzando por éstas últimas, el Diccionario de la Real Academia de la Lengua (2001) define el término "entrenamiento" de forma general como acción y efecto de entrenar, entendiéndose como tal la intención de preparar, adiestrar personas y animales, especialmente para la práctica del deporte. Observamos como en esta definición se establece una relación desde un primer momento entre la preparación de un individuo y la práctica deportiva. 


El Diccionario de las Ciencias del Deporte (1992) se refiere al concepto de entrenamiento como un proceso de acción complejo cuyo objetivo es influir, de forma sistemática y orientada al objetivo, sobre el desarrollo de la actuación deportiva. Este proceso de acción se entiende como un hecho que tiene como objetivo obtener efectos precisos con respecto a todas las características que determinan la actuación del deportista, o dicho de otra forma, desarrollar la potencialidad máxima de un sujeto de acuerdo a todas sus características y en función de una acción sistémica orientada hacia dicho objetivo. Esta acción sistémica implicaría el desarrollo de un plan de entrenamiento en el que van a estar definidos los objetivos específicos, los contenidos, los métodos y los controles del entrenamiento. La orientación hacia un objetivo supone que todas las acciones llevadas a cabo se ejecuten de tal forma que sean capaces de conducir al deportista al resultado deseado, a una ejecución específica o a una actuación determinada. 


Las aportaciones relacionadas con el proceso de entrenamiento en el contexto deportivo a lo largo de la historia suelen distribuirse, de forma metodológica y en base a la estructuración establecida por García-Manso y cols. (1996b), en tres etapas. La primera de ellas transcurre entre los orígenes del entrenamiento asociado con las prácticas desarrolladas en la Grecia antigua y hasta los años 50 del siglo pasado. La segunda se sitúa entre los años 50 y los años 70. La última etapa se corresponde con el periodo comprendido entre los años 70 hasta nuestros días. Centrando el análisis únicamente en el periodo más reciente, podemos decir que a partir de la década de los 70 se recogen numerosas definiciones sobre el entrenamiento.


Recogeremos a continuación algunas de las más relevantes y trataremos de discutir las diferentes interpretaciones surgidas en base a los distintos autores. 


Una de las primeras definiciones fue elaborada por Matveiev (1977), quien identifica el entrenamiento deportivo con un fenómeno pedagógico cuyo fin es alcanzar objetivos concretos en el ámbito deportivo, y lo define como un proceso especializado de la educación física orientado directamente al logro de elevados resultados deportivos. Así mismo, destaca también el carácter fluctuante de la forma deportiva que obliga a desarrollar modelos cíclicos de entrenamiento para optimizar los niveles de rendimiento alcanzado en aquéllos momentos de la temporada que más nos interesen, de ahí que también conciba el entrenamiento como un proceso de dirección del desarrollo de la forma deportiva. 



Unos años más tarde Bompa (1983) añade la idea de individualización en el proceso y destaca la necesidad de potenciar no solo las capacidades psicobiológicas del individuo, sino también las capacidades humanas. En este sentido, el autor se refiere al entrenamiento como una actividad deportiva sistemática de larga duración, graduada de forma progresiva a nivel individual, cuyo objetivo es conformar las funciones humanas, psicológicas y fisiológicas para poder superar las tareas más exigentes. 


En este mismo año Ozolín (1983) define el entrenamiento como un proceso de adaptación del organismo a todas las cargas funcionales crecientes, a mayores exigencias en la manifestación de la fuerza y la rapidez, la resistencia y la flexibilidad, la coordinación de los movimientos y la habilidad, a más elevados esfuerzos volitivos y tensiones síquicas y a muchas otras exigencias de la actividad deportiva. En esta concepción biológica del entrenamiento es importante resaltar el concepto de adaptación de las capacidades físicas del organismo a diferentes estímulos físicos (cargas de entrenamiento) a lo largo de todo un proceso. Así mismo, el autor señala que, en base al entrenamiento es probable que todos los ámbitos modificables del deportista se transformen como resultado de las nuevas exigencias, siempre y cuando éstas hayan sido lo suficientemente adecuadas.





Desde un punto de vista más ecléctico, Harre (1987) define el entrenamiento deportivo como la preparación física, técnica, técnico-táctica, intelectual, psicológica y moral de un deportista por medio de los ejercicios físicos, o sea, mediante la aplicación de cargas físicas. En esta definición el autor considera que el entrenamiento deportivo implica un desarrollo a través del tiempo mediante cargas de trabajo de todos aquellos aspectos que intervienen de alguna u otra forma en cualquier exhibición deportiva, donde se incluyen los elementos condicionales, técnicos, tácticos, cognitivos, psicológicos y actitudinales de cada modalidad deportiva. Esta concepción integral del entrenamiento se concreta un poco más al señalar que el proceso de entrenamiento debe seguir una sistematización en su diseño y puesta en acción, vinculándolo, fundamentalmente, al logro de niveles altos y muy altos de rendimiento deportivo.


Grosser y cols. (1988), al igual que autores anteriores, también se refieren al entrenamiento como un proceso para aumentar el rendimiento deportivo. El entrenamiento como proceso se identifica con un conjunto de fases ordenadas que transcurren en el tiempo, orientadas hacia un objetivo determinado de rendimiento y en el que además se desarrollan las potencialidades de "performance" del sujeto. Estos últimos autores canalizan el objetivo principal de dicho proceso no sólo hacia el aumento del rendimiento deportivo (según la definición expuesta), sino también a un mantenimiento o reducción del mismo. 


Desde un punto de vista general Platonov (1988) define el entrenamiento como un conjunto de tareas que aseguran una buena salud, una educación, un desarrollo físico armonioso, un dominio técnico y táctico y un alto nivel de desarrollo de cualidades específicas. Podemos observar a través de esta definición que el objetivo del entrenamiento no se reduciría únicamente al rendimiento deportivo en competición, sino que puede abarcar otros ámbitos de la actividad física y deportiva, como la salud o la educación. Para el autor, las tareas también tienen como misión aportar una serie de conocimientos teóricos y metodológicos del deporte considerado, lo cual va a depender del lugar que ocupe el deporte en la sociedad y del nivel de desarrollo científico y técnico del país para posibilitar dicha influencia. 


Zintl (1991) definió el entrenamiento como un proceso planificado que pretende o bien significa un cambio del complejo de capacidad de rendimiento deportivo. El hecho de que el entrenamiento sea planificado implica una sistematización en la que se deben seleccionar y ordenar racionalmente todo aquellos elementos que van a influir en la modificación de la capacidad de rendimiento del deportista. 


Al igual que otros autores, Manno (1991) señala que el entrenamiento es un proceso complejo de actuaciones cuya finalidad es enseñar la técnica deportiva y su perfeccionamiento, de una manera sencilla y articulada, individual, en grupo o en equipo y que tiene tendencia al desarrollo de las cualidades psicofísicas orientadas al logro de resultados deportivos de máximo rendimiento, con relación a las capacidades del sujeto, grupo o equipo. A través de este enfoque se puede percibir que para el autor el proceso de entrenamiento no se orienta únicamente al desarrollo de las cualidades físicas, sino también a la mejora de las cualidades psíquicas, al aprendizaje y al perfeccionamiento progresivo de las destrezas de cada deporte, ya sea individual o colectivo.




Desde un enfoque más orientado hacia los aspectos mecánicos y orgánicos del movimiento, y a partir de la relación con el proceso de adaptación y los objetivos deportivos relacionados con el rendimiento, Mansilla y cols. (2000) definen el entrenamiento como una repetición sistemática de tensiones musculares en función de objetivos precisos cuyo fin es estimular la adaptación morfológica, estructural y funcional de los órganos implicados, directa o indirectamente, y mejorar la capacidad de rendimiento físico. 


Recientemente Martin y cols. (2001) han recogido numerosas interpretaciones del término y han elaborado una definición de entrenamiento deportivo, entendiendo como tal un proceso complejo de actividades, dirigido al desarrollo planificado de ciertos estados de rendimiento deportivo y a su exhibición en situaciones de verificación deportiva, especialmente en la actividad competitiva. Es decir, el entrenamiento representaría un recurso racionalmente programado y estructurado en el tiempo cuyo objetivo es elevar al deportista a determinados niveles de rendimiento que le permitan superar satisfactoriamente una situación de enfrentamiento deportivo.


Aproximándose hacia una concepción multidimensional en la consideración del término, Nitsch y Neumaier (2002) sostienen que el entrenamiento engloba determinadas disposiciones organizativas, intencionales, de contenido, metodológicas y procedimentales, y lo definen como la optimización sistemática de la competencia de acción (específica de unas exigencias) que posee una persona o un grupo. La optimización hace referencia a la ponderación y aprovechamiento efectivo de las características personales, de la tarea y de las situaciones ambientales. La sistematización se asocia a la idea de planificación, organización, ejecución y control de forma racional, en base a métodos científicos y en función de los fines propuestos. La competencia de acción incluye la capacidad de rendimiento potencial y realizable y la disposición al rendimiento. 


Agrupando las aportaciones de los diferentes autores expuestos anteriormente podemos decir que el entrenamiento deportivo es un proceso pedagógico, sistemático, racionalmente estructurado y planificado en el tiempo que pretende desarrollar de forma integral y de acuerdo a principios científicos las potencialidades del sujeto ante una especialidad deportiva individual o colectiva concreta mediante el trabajo de los componentes físico- condicionales, técnicos, tácticos, psicológicos y actitudinales para alcanzar un objetivo deportivo determinado en un momento temporal concreto, que se identifica con un estado de rendimiento óptimo, ya sea éste máximo, de mantenimiento o de reducción, a través de una serie de estímulos físicos y elementos del entorno capaces de facilitar dicho proceso.




Teniendo en cuenta las aproximaciones teóricas en torno al concepto de entrenamiento deportivo en un sentido amplio, podemos decir que existen dos tendencias claramente diferenciadas (García-Manso y cols, 1996a; González, 1985). Por un lado estaría el enfoque biologista, el cual trata de explicar el entrenamiento como un proceso de adaptación de las estructuras anatómicas y funcionales del organismo de los diferentes órganos y sistemas ante estímulos físicos aplicados a través de los sistemas de entrenamiento. Por otro lado también debemos hablar de una orientación pedagógica del entrenamiento a través de la cual se explicaría la forma en que pueden ser aplicadas las cargas de trabajo para conseguir el mayor aprovechamiento de las mismas, la predisposición hacia un desarrollo integral del deportista en una disciplina deportiva, la elaboración de estructuras planificadas en el tiempo, el establecimiento de objetivos claramente definidos, la selección de medios y métodos de entrenamiento o la relación entre el propio deportista y el entrenador.


Finalmente, en esta primera exposición inicial resulta necesario matizar que a pesar de que podemos hablar de numerosos contextos en los que se puede entrenar a un sujeto, como el ocio, la educación física, el mantenimiento físico y la salud o el alto rendimiento (Martin y cols., 2001), cuando hablamos de entrenamiento orientado a la obtención de resultados restringidos específicamente al ámbito deportivo, a excepción del deporte base, nos referimos al proceso a través del cual se pretende conducir al deportista a niveles máximos de forma durante un cierto periodo de tiempo que le permitan obtener un rendimiento deportivo elevado en situaciones de competición (Matveiev, 2001; Tschiene, 2002).



PRINCIPALES CARACTERÍSTICAS DEL ENTRENAMIENTO.

A través de las numerosas disertaciones sobre el término que venimos desarrollando se puede llegar a conocer los elementos comunes que lo identifican. Autores como González (1985) y Harre (1987) se han ocupado de recoger algunas de sus características, como por ejemplo: 

El entrenamiento deportivo es un proceso y como tal hay una inferencia temporal hacia el futuro con un carácter racional en la consecución de unos objetivos. 
Se orienta hacia el alcance del máximo rendimiento, o de forma general, a optimizar el despeño físico del deportista hacia niveles máximos. 
Es sistemático y planificado ya que así es la única alternativa para que al final del proceso sean alcanzados plenamente los objetivos. 
Es un proceso individual, debido a que cada deportista tendrá unas características y una capacidad de trabajo diferente a los demás que hará que los resultados obtenidos por diferentes sujetos sean distintos bajo un mismo patrón de entrenamiento, o que los mismos resultados se obtengan a través de procesos totalmente diferentes de preparación. 
Tiene un carácter pedagógico ya que se está formando en todo momento y en diferentes ámbitos al deportista. 
Tiene un carácter científico porque sobre el entrenamiento repercuten otras ciencias que permiten mejorar su eficiencia gracias a los nuevos avances y a los nuevos logros en su estudio. 


LOS COMPONENTES DEL ENTRENAMIENTO DEPORTIVO: LOS OBJETIVOS.


Entendemos por componentes del entrenamiento aquellos elementos presentes en el proceso que, desde una perspectiva pedagógica, permiten construir su estructuración y desarrollo de forma racional, sistemática y planificada en el tiempo con el fin de permitir adquirir o desarrollar tanto las habilidades motrices como las capacidades condicionales de la forma más eficiente posible y de acuerdo a las características individuales. A continuación desarrollaremos uno de los aspectos más importantes: los objetivos del entrenamiento, y trataremos de recoger brevemente algunas particularices de otros elementos igualmente fundamentales: los contenidos, los medios y los métodos del entrenamiento.




Objetivos del entrenamiento deportivo.


Los objetivos del entrenamiento son la formulación de una serie de aspiraciones que deberán ser alcanzadas por los deportistas a través del entrenamiento para mejorar las habilidades y resultados tras un periodo de tiempo. Generalmente los objetivos se proyectan en un plazo de tiempo relativamente largo, estableciendo metas con un carácter general de consecución en su inicio, siendo éstas cada vez más específicas a medida que el nivel de maestría es gradualmente mayor (Manno, 1991). Desde un punto de vista psicológico, Dosil (2004) sostiene que el establecimiento de objetivos es una técnica que afecta positivamente en la motivación de los deportistas, así como en otras variables importantes como la concentración, la ansiedad/estrés, la autoconfianza o la cohesión de grupo.


Según González (1985), en el deporte podemos encontrarnos diferentes clasificaciones de los objetivos en función de los criterios utilizados. Este autor estructura los objetivos deportivos en dos niveles principales, según su nivel de concreción:

A. Primer nivel: 

-Objetivos motores: orientados hacia los aspectos técnicos y condicionales de la modalidad deportiva. -Objetivos cognoscitivos: vinculados con la táctica deportiva. -Objetivos afectivos: relacionados con el desarrollo de las capacidades volitivas, agonísticas y actitudinales de los deportistas.





B. Segundo nivel: 


-Objetivos condicionales: orientados hacia el desarrollo de las cualidades físicas. 

-Objetivos técnicos: dirigidos a la adquisición y automatización de la maestría técnica. 

-Objetivos tácticos: encaminados a la adquisición y automatización de las estrategias y procedimientos tácticos. -Objetivos intelectuales: establecidos para la adquisición de los conocimientos teóricos. 

-Objetivos psicológicos: diseñados para la adquisición de las cualidades psíquicas y predisposiciones mentales en relación a la modalidad deportiva practicada.





Grosser y cols. (1989) de igual forma, hacen referencia a tres categorías de objetivos. Por una parte hablan de objetivos primarios, relacionados con el logro de grandes fines en el entrenamiento, como mejorar una marca personal, subir de categoría, etc. Por otra parte estarían los objetivos parciales, que son aquéllos que se vinculan con uno de los ámbitos particulares de trabajo, ya sea éste la condición física, la técnica, la táctica o el componente psicológico (Albesa y Lloveras, 1999). Y por último estarían los objetivos específicos, que son aquéllos fines concretos que se pretenden alcanzar dentro de cada uno de los ámbitos que reflejábamos anteriormente. Por ejemplo, en el caso de la condición física podríamos hablar de objetivos relacionados con la fuerza, la resistencia, la velocidad, etc. 



En relación a las consideraciones que realizan Bompa (2003), Grosser y cols. (1989) y Ozolín (1983) respecto a la consecución de objetivos primarios, los autores afirman que la orientación de los deportistas puede variar de unas situaciones a otras, o de unos sujetos a otros, sin embargo, los objetivos primarios suelen corresponderse con los fines últimos que justifican la participación en la actividad deportiva, como por ejemplo ganar una competición, mejorar un resultado deportivo, aprender una habilidad técnica o lograr el mayor desarrollo posible de su capacidad física. 


Para Martin y cols. (2001) los objetivos principales del entrenamiento deportivo, desde un punto de vista general, se corresponderían básicamente con las siguientes afirmaciones: 
Influir de modo sistémico sobre los estados de rendimiento deportivo visibles en el individuo. 
Exhibir rendimientos deportivos. 
Conseguir los mayores éxitos individuales, en particular en la competición deportiva. 


Por su parte Bompa (2003, 1983) establece una serie de objetivos más específicos: 

Conseguir un desarrollo físico multilateral: 
el deportista necesita aumentar y mejorar todas y cada una de sus cualidades físicas para conseguir un desarrollo armónico de su cuerpo. 

Asegurar y mejorar un desarrollo físico específico del deporte: 
es necesario que el deportista potencie las manifestaciones de fuerza, resistencia, flexibilidad o velocidad más solicitadas en su disciplina deportiva, así como los movimientos específicos, el tiempo de reacción, la coordinación, etc. 

Desarrollar y mejorar los elementos técnicos del deporte: 
se trata de mejorar paulatinamente la técnica específica de cada deporte con el fin de rentabilizar al máximo el movimiento realizado tanto en condiciones estándar, como en situaciones de juego no estandarizadas, en condiciones de fatiga, etc. 

Desarrollar y mejorar los factores tácticos y estratégicos del deporte: 
se pretende ir adquiriendo, perfeccionando y diversificando las reglas tácticas de juego desarrolladas en torno a un modelo que permitan dificultar las acciones de futuros adversarios.
Conseguir una buena predisposición psicológica ante la práctica: 
el rendimiento deportivo se ve incrementado si hay una correcta preparación psicológica del deportista que asegure determinadas cualidades volitivas relacionadas con la disciplina de equipo, la fuerza de voluntad, la seguridad o la valentía entre otros. 

Asegurar la cohesión de grupo: 

en los deportes colectivos principalmente, la preparación del equipo depende del ambiente y la armonía de sus miembros, por lo que es fundamental establecer la concordia y la unidad entre todos. 


Favorecer un estado de salud óptimo para cada deportista: 
es fundamental respetar la salud general del deportista durante todo el proceso de entrenamiento, sin que ello conlleve riesgos para su integridad física, orgánica o vital. 


Prevenir lesiones: 
es importante alejar al deportista de situaciones que puedan desencadenar lesiones con el fin de asegurar no solo su integridad física, sino también las ganancias oportunas en la progresión del entrenamiento.
  

Incrementar los conocimientos teóricos de los deportistas: 
igualmente es necesario que los deportistas conozcan aspectos fisiológicos, psicológicos, condicionales, nutricionales, de planificación, etc. relativos a su propio deporte a través de los cuales se pueda completar su formación. 



Por su parte Manno (1991), en relación a la clasificación anteriormente expuesta, incluye un nuevo aspecto que estaría relacionado con la necesidad de desarrollar una capacidad individual en el deportista que le permita realizar una síntesis de todo aquéllo que adquiere durante los entrenamientos. 



Contenidos, medios y métodos del entrenamiento deportivo.


Los contenidos, los medios y los métodos de entrenamiento han sido abordados y desarrollados por diversos autores (Colli y cols., 1989; Matveiev, 2001; Vasconcelos, 2000; Weineck, 1988). A pesar de la dificultad terminológica existente en la literatura para diferenciar unos y otros, podemos entender como: 

Contendidos del entrenamiento: los elementos que constituyen los entrenamientos, es decir, los ejercicios físicos que debe realizar el deportista durante las sesiones de entrenamiento. 
Medios del entrenamiento: todos aquellos elementos que son de utilidad para desarrollar el entrenamiento deportivo, ya sea a nivel organizativo (estructuración y formación del trabajo), en cuanto a los materiales utilizados (balones, máquinas de musculación, pulsómetros, conos, etc.) o a nivel informativo (la voz, los gestos, los estímulos sonoros, cinestésicos, etc.). 


Métodos del entrenamiento: procesos sistemáticos y racionales de ordenación y presentación de los contenidos de trabajo 


de acuerdo con los objetivos propuestos, como por ejemplo el método de repeticiones simple, el método continuo, el método interválico, etc. 


Tanto los contenidos, como los medios y métodos de entrenamiento van a estar supeditados a los objetivos de entrenamiento. 




EL ENTRENAMIENTO DEPORTIVO COMO PROCESO ADAPTATIVO:


EL ESTÍMULO Y LA CARGA COMO ELEMENTOS PRINCIPALES PARA EL AUMENTO DE LA PRESTACIÓN DEPORTIVA.



En el entrenamiento deportivo el estímulo y la carga por un lado, así como la adaptación por otro, son tres conceptos que están interrelacionados y que muchas veces llegan incluso a suscitar cierta confusión. A priori parece evidente que la adaptación es más bien el resultado de un proceso de entrenamiento en el que se han aplicado una serie de agentes físicos, químicos, mecánicos o de cualquier otro tipo. En la literatura específica se suele hablar en muchos casos de estímulo y de carga como precursores de dicha adaptación, estableciéndose una similitud entre ambos términos que pueden dar lugar a un uso indistinto de uno u otro. 



A pesar de la relación que pueda existir entre el estímulo y la carga, cada uno de ellos tiene sus propias connotaciones que los diferencia y que a la vez, bajo una serie de premisas que trataremos más adelante, los equipara. En los sucesivos apartados analizaremos cada una de estas particularidades.






Los estímulos dentro del proceso de adaptación.

El entrenamiento en el deporte de alto rendimiento suele estar orientado, como venimos diciendo, al desarrollo de situaciones óptimas capaces de aprovechar el potencial máximo de prestación del deportista en competición (Satori y Tschiene, 1988). Este hecho es lo que Verkhoshansky (2002) califica como perfeccionamiento del deportista, el cual implica necesariamente, según el autor, una preparación deportiva basada en la actividad motriz intensiva y especializada.




Según Zhelyazkov (2001) el entrenamiento deportivo afecta directamente y en grado máximo a los procesos biológicos, provocando transformaciones dinámicas o duraderas, funcionales y estructurales en el organismo. Precisamente Manno (1991) afirma también que el objetivo del entrenamiento dentro de la preparación deportiva es desarrollar las adaptaciones que el organismo necesita para poder realizar un esfuerzo adecuado a la especialidad deportiva que se practica. Este mismo autor asegura que el hecho principal que debe suceder para que se produzcan adaptaciones es la existencia de estímulos, ya sean ambientales, naturales o artificiales con los que de forma puntual y no sistemática, o mediante una programación en el tiempo, se induzca la capacidad de respuesta del organismo. De igual forma Hedegüs (1981) asegura que para que se produzcan verdaderos procesos de adaptación es necesario que los estímulos aplicados estén interrelacionados a través de aspectos cuantitativos, cualitativos y temporales. 


Manno (1991) define el estímulo como todas las modificaciones, tanto del ambiente natural o social como de los órganos internos del individuo o de su psiquis, que producen excitaciones o modificaciones. Refiriéndose más concretamente a los estímulos de entrenamiento, el autor los describe como acciones motrices de características múltiples (breves, cortos, continuos, irregulares, etc.) que se realizan para conseguir objetivos de entrenamiento concretos y que se corresponden con las diferentes formas de ejercicio físico (Manno, 1991; Tschiene, 1987). Estos estímulos tienen una serie de particularidades que, como veremos, guardan una estrecha relación con las características cualitativas y cuantitativas de la carga. 


De acuerdo con la definición expuesta anteriormente, conviene matizar que el estímulo de entrenamiento, desde una aproximación más abierta, probablemente no deba estar representado únicamente por variables identificadas con acciones motrices. Basándonos en Lehnert (1996) y Martín-Acero y cols. (2003), podemos decir que resulta necesario tener en cuenta otro tipo de estímulos que pueden afectar al desempeño del individuo, y que a través de su control en condiciones potencialmente entrenables, se puede llegar a provocar una adaptación en el sujeto. Como ejemplos citar los estímulos relacionados con las condiciones climáticas, la humedad, la altitud, la temperatura, el tipo de instalación deportiva, etc. 


Los elementos que desde el punto de vista del entrenamiento identifican los estímulos, según algunos autores (Grosser y cols., 1988; Harre, 1987; Weineck, 1988), son los siguientes: 
Especificidad: esta cualidad viene determinada por las características del estímulo y depende de la estructura del movimiento, es decir, de si en él se implican los músculos, sistemas metabólicos, sistemas funcionales y sistemas orgánicos de forma específica y durante el tiempo necesario en base a la naturaleza del deporte. 

Intensidad: es la cualidad que se identifica con el nivel de rendimiento solicitado al sujeto durante la aplicación del estímulo en relación a su capacidad potencial máxima de desempeño físico, o dicho de otra forma, la "fuerza" con la que incide dicho estímulo sobre el deportista en relación a sus posibilidades de rendimiento. Existe un rango de intensidad efectivo, que es aquél en el que el estímulo, en condiciones razonables, podría provocar adaptaciones en el organismo. En principiantes este rango suele ser más amplio que en deportistas experimentados, en los cuales disminuye y se aproxima a valores elevados. 

Duración: es el tiempo empleado en la realización del esfuerzo físico durante cada estímulo, el tiempo total en las series de estímulos en el trabajo acíclico (fuerza) o el tiempo en una fase de carga en el trabajo cíclico (resistencia). En los trabajos de fuerza y velocidad, por lo general, el estímulo debe tener una duración que no permita una disminución del rendimiento por cansancio, mientras que en los trabajos de resistencia, la duración debe ser tal que el deportista, aún habiendo aparecido los síntomas de cansancio, pueda emplear todo su empeño para continuar el ejercicio. 


Volumen: es el resultado numérico obtenido tras multiplicar la duración de cada estímulo por el número de repeticiones en las que se emplea ese estímulo. Generalmente en el entrenamiento de resistencia el volumen del estímulo se equipara a su duración, por tanto, hay pocas repeticiones y una gran continuidad en el tiempo. El volumen de la carga puede ser subdividido en rangos de intensidad. La carga únicamente será efectiva cuando, en función de la intensidad que se desarrolle, se llegue al volumen total correspondiente. En este momento el deportista debería mostrar síntomas de cansancio e incluso un tiempo después de haber terminado el entrenamiento. 


Densidad: es la relación que existe entre el tiempo que dura el estímulo y el tiempo de reposo entre estímulos. Esta característica va a depender del objetivo de entrenamiento perseguido. Un valor óptimo asegura la efectividad de la carga y evita que se presente la fatiga prematura. Generalmente en los deportes de resistencia la densidad del estímulo es mucho mayor que en deportes de fuerza o velocidad, ya que en el primer caso la continuidad del estímulo asegura una adaptación de los sistemas implicados en ese trabajo, mientras que en el segundo, las altas intensidades de trabajo impiden una densidad elevada al necesitar mayores recuperaciones. 

Según Harre (1987) la capacidad de rendimiento deportivo se desarrolla en un primer momento a través de estímulos motores. Solamente cuando estos estímulos se aplican de tal forma que tienen un efecto de entrenamiento, o dicho de otro modo y en palabras del propio autor, contribuyen a desarrollar, consolidar o conservar el estado de rendimiento, es cuando se puede hablar de carga de entrenamiento. 

Manno (1991) igualmente establece una equiparación entre carga de trabajo y estímulo físico al afirmar que el conjunto de estímulos que se aplican en el entrenamiento con la intención de provocar una modificación, estabilización o recuperación de un nivel de rendimiento constituyen lo que se conoce como carga física de trabajo. Zhelyazkov (2001) por su parte entiende también que el conjunto de ejercicios que componen una prueba constituyen una única carga de trabajo. 

Como hemos visto hasta ahora, no podemos afirmar que cualquier estímulo o ejercicio aislado suponga una carga de trabajo (a pesar de que se produzca adaptación), sin embargo cuando se aplican de forma intencionada y sistemática para la consecución de un determinado fin es cuando ambos términos se equiparan y podrían considerarse como una carga de trabajo. 


LA CARGA Y SU RELACIÓN CON EL PROCESO DE ADAPTACIÓN: CARACTERIZACIÓN, TIPOLOGÍAS Y CLASIFICACIÓN.


La carga constituye la categoría central del entrenamiento (Campos-Granell y Ramón, 2001; Tschiene, 1987) ya que debido a su naturaleza, magnitud y orientación permite que se produzca una reacción de adaptación, o lo que es lo mismo, se consigue un efecto a través del entrenamiento (Platonov, 1988; Pablos y Huertas, 2000; Navarro y Rivas, 2001). En esta misma línea Lehnert (1996) asegura que la unidad entre ejercicios, planteamiento metodológico y carga de trabajo del entrenamiento representa el factor decisivo que determina la dinámica del rendimiento. 



Por su parte Satori y Tschiene (1988) señalan que la carga de entrenamiento indica muy a menudo la medida cualitativa y cuantitativa del trabajo desarrollado y representa la medida fisiológica de la solicitud generada en el organismo, se manifiesta a través de reacciones funcionales concretas con una determinada profundidad y duración que, según su magnitud, provocan fatiga y disminución de las reservas energéticas (Teodorescu, 1996). 


Por carga se entiende cada una de las dosis de entrenamiento que es aplicada al deportista con el fin de desencadenar los procesos adaptativos en el organismo (Paish, 1992), o dicho de otro modo, la carga es el estímulo necesario que debe producirse sobre los diferentes órganos y sistemas del deportista con el objetivo de provocar una serie de adaptaciones que influyan en su rendimiento (Mirella, 2001). 


El deporte actual se enmarca dentro de un contexto de creciente exigencia física y psicológica en cuanto a desarrollo, mantenimiento y disponibilidad de rendimientos deportivos máximos, en donde las cargas de entrenamiento que son utilizadas deben ser cada vez mayores para poder disponer de garantías de éxito en contextos de rendimiento (Ballesteros, 2001; Berger y Minow, 1996, 1995; Pablos y Huertas, 2000). Algunos autores (Lorenzo-Calvo, 2001) denominan esta situación como Estado de Rendimiento Óptimo (ERO). 


Sin embargo, no debemos caer en la idea errónea de "cuanto más mejor" a la hora de establecer las cargas, ya que éstas deben estar diseñadas de acuerdo a las posibilidades individuales y a las características del deportista que está siendo entrenado. Si las cargas sobrepasan ciertos límites de rendimiento personal el resultado consecuente puede ser negativo, del mismo modo que si fuesen insuficientes para el progreso en el entrenamiento (Ballesteros, 2001; Navarro y Rivas, 2001). En tanto en cuanto las cargas se aproximen a un nivel óptimo en función del rendimiento alcanzado, mejor será la adaptación provocada (Harre, 1987), de ahí que esta situación sea una de las mayores preocupaciones actuales para los especialistas en entrenamiento deportivo. Navarro y Rivas (2001) consideran que la carga total de entrenamiento de una sesión corresponde con la suma de todos los ejercicios realizados durante la misma, la cual dependerá también del descanso que se haya producido. Estos autores, al igual que Smith y Norris (2002), describen un sistema de clasificación de la carga total en función de su expresión durante una sesión de entrenamiento o durante un microciclo de trabajo (figura 1):





Figura 1: Niveles de carga. Adaptado de Navarro y Rivas (2001).


Cargas Excesivas: superan el límite de la capacidad de adaptación del organismo provocando el síndrome de sobreentrenamiento. 

Cargas Entrenables: provocan adaptación en la dirección específica en que se produce el efecto de entrenamiento. 
Cargas de Mantenimiento: son insuficientes para provocar adaptación, pero son suficientes para evitar el efecto de desentrenamiento. 
Cargas de Recuperación: no evitan el proceso de desentrenamiento pero tienen efectos positivos en el proceso de regeneración después de una carga entrenable previa. 
Cargas Ineficaces: no tienen ningún efecto de cara al desarrollo, mantenimiento o recuperación del organismo. 


La tipología de cargas expuesta anteriormente en función de la tolerancia y utilidad se corresponde también con otra clasificación muy similar propuesta por Milanovic (1997) y Zhelyazkov (2001) (figura 2): 
Cargas Máximas: situadas en el 90-100 % de la intensidad máxima de trabajo. 
Cargas Submáximas: situadas en el 75-90 % de la intensidad máxima de trabajo. 
Cargas Medias: situadas en el 60-75 % de la intensidad máxima de trabajo. 
Cargas Moderadas: situadas en el 45-60 % de la intensidad máxima de trabajo. 
Cargas Pequeñas: situadas en el 30-45 % de la intensidad máxima de trabajo. 
Cargas Insignificantes: por debajo del 30%. 




Según estos autores, las cargas más elevadas provocarían cambios funcionales y estructurales en el organismo tras su aplicación. Las cargas medias tienen una función principalmente estabilizadora, mientras que las cargas pequeñas contribuirían en los procesos de recuperación del organismo y servirían para predisponerlo ante nuevas cargas elevadas.

Siff y Verkhoshansky (2000) aseguran que el volumen y la intensidad son considerados como los componentes más importantes de la carga. En relación a ello, Harre (1987) y Paish (1992) hablan de: 
Cargas extensivas: la intensidad del estímulo se sitúa en la zona inferior del rango óptimo de intensidad, por tanto son cargas de intensidad baja. Consecuentemente el desarrollo de la capacidad orgánica es lento y estable, pero continuo en el tiempo. Se precisa un gran volumen de entrenamiento. 
Cargas intensivas: la intensidad del estímulo se sitúa en la zona superior del rango óptimo de intensidad, por tanto son cargas de intensidad alta. Provocan un incremento rápido del rendimiento, pero son ganancias más inestables y necesitan de otras cargas extensivas de consolidación. 

Atendiendo a la relación entre la estructura externa de la carga y su influencia real en el organismo Matveiev (1983), Navarro y Rivas (2001) y Teodorescu (1996), entre otros autores, clasifican las cargas en: 
Cargas externas: son los ejercicios reales a los que se someten los deportistas durante el entrenamiento, es decir, las tareas que tienen que realizar y que constatan de manera objetiva el trabajo realizado al venir determinadas por una magnitud (volumen, intensidad y duración) y una orientación. 
Cargas internas: se corresponde con la reacción del organismo frente a la carga externa que se le aplica, es decir, el nivel de respuesta que alcanza el organismo ante la carga. Este nivel de respuesta tiene una variación interindividual que puede constatarse a través de parámetros fisiológicos (frecuencia cardiaca, frecuencia ventilatoria, consumo de oxígeno, concentración de lactato, actividad eléctrica muscular, etc.) o a través de parámetros motores relacionados con la ejecución (velocidad, amplitud, frecuencia, ritmo, etc.). 

Zhelyazkov (2001) se refiere a las cargas externas e internas como cargas físicas y cargas funcionales respectivamente. 

Igualmente Siff y Verkhoshansky (2000) se refieren a la carga externa como la cantidad de trabajo realizado, y a la carga interna como su efecto sobre el organismo. Estos autores realizan una aportación muy interesante al establecer un tercer tipo a partir de la manifestación subjetiva de la carga interna, la cual denominan carga psicológica, correspondiente con el efecto psicológicamente percibido por el deportista (percepción de esfuerzo, estado de ánimo, etc.). 

En definitiva, podemos comprobar que hay diferentes clasificaciones de la carga en función de diversos criterios, sin embargo es de gran interés considerar su naturaleza conjunta independientemente del ámbito de trabajo en el que se pueda desarrollar (Siff y Verkhoshansky, 2000), principalmente cuando estamos hablando de contextos prácticos o aplicados. 

Por último cabe resaltar un aspecto importante de la carga que, a nuestro juicio, resulta relevante y que tiene un fuerte vínculo con lo expuesto hasta ahora. A pesar de que en este trabajo no se tratará en profundidad, queremos hacer constar lo que Navarro y Rivas (2001) denominan como vertientes de la carga (figura 3), las cuales van a incidir tanto en sus elementos externos, por tanto, ajenos al sujeto, como en los elementos internos dependientes de las características individuales, que explicarían el porqué una carga favorece el desarrollo de un aspecto específico, múltiple o nulo de la potencialidad deportiva, en un tiempo determinado o a unos niveles concretos; por qué una misma carga en sujetos diferentes provoca efectos distintos ya sean de adaptación, recuperación, mantenimiento, lesión o simplemente de ningún tipo. En definitiva, estas vertientes son la naturaleza, la magnitud, la orientación y la organización, las cuales han sido tratadas con anterioridad por numerosos autores (Bompa, 2003, 1983; Bondarchuck, 1988; Matveiev, 2001, 1983; Platonov, 1988; Verkhoshansky, 1998, 1990; Zhelyazkov, 2001).






Figura 3: Vertientes fundamentales de la carga. Adaptado de Navarro y Rivas (2001).

CONCLUSIONES

En este trabajo hemos intentado recoger algunas de las consideraciones actuales más importantes relacionadas con el concepto de entrenamiento deportivo, sus características y algunos de los aspectos más representativos, como los componentes del entrenamiento en la preparación de los deportistas, así como unas de sus herramientas principales: los estímulos y las cargas de trabajo. A través de los distintos apartados hemos pretendido realizar una contribución teórica, terminológica y taxonómica sobre muchos de los elementos que pueden ser de gran utilidad en contextos aplicados en la preparación de los deportistas, así como en contextos docentes y de investigación en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte.



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